lunes, 6 de diciembre de 2010

La epidemia

Enciendo el televisor y asisto atónito a la debacle de un país. Militarización de aeropuertos, intervención del ejército, estado de alarma -que es el paso previo a estado de excepción y estado de sitio- o los coroneles toman el mando son algunas de las palabras que salían del aparato que tenía frente a mis ojos. Cualquier despistado hubiera pensado que Corea del Norte acechaba nuestro espacio aéreo. 

En realidad lo que estaba sucediendo, simple y llanamente, era que un grupo de señores pertenecientes a un exquisito gremio, habían contraído una grave enfermedad el día tres de diciembre. Esta salvaje plaga -que sólo afectaba a los controladores aéreos de España- colapsó la nación y privó a cientos de miles de personas de viajar en avión.

Empecé entonces a especular con la posibilidad de que esta epidemia, tan cruel como injusta, afectase no sólo a estos pobres trabajadores, sino también a otros profesionales de servicios públicos, como a las fuerzas de seguridad del estado, a los bomberos o a los servicios sanitarios, por ejemplo. Dibujo en mi cabeza un país devastado, arruinado y completamente fuera de control. Imaginé también esta plaga cayéndole encima a la clase política, pero en ese caso creo que no contribuiría lo mas mínimo a la espiral de desgracias que asolaría la nación. Realmente este colectivo ya padece alguna que otra pandemia desde hace tiempo y creo que nos hemos acostumbrado.

El antídoto para la epidemia de los controladores resultaron ser unas pistolas 9mm y algunos carros de combate. Para la pandemia política, espero que no se aplique este remedio o ya estaríamos en guerra.