viernes, 6 de agosto de 2010

Mi nueva calle

Al asomarme por la ventana del salón de mi casa veo como avanzan las obras de remodelación de la calle y de la estación del AVE. Es asombroso ver como en tan poco tiempo cambia por completo la fisonomía del entorno de mi domicilio. Ahora vivo en un ‘boulevard’.

También es sorprendente ver como de la noche a la mañana, la calle de mi infancia se llena de prostitutas. Seguramente los técnicos del ayuntamiento no contaban con que junto al nuevo mobiliario urbano iban a ser instaladas unas chicas practicando sexo por dinero; ahí las tenemos, ofreciendo un servicio al ciudadano al igual que las farolas dan luz y los bancos, descanso.

En esta calle con nombre de poeta hay bastante movimiento. Veo muchos señores de avanzada edad realizando su paseo matinal, manos atrás, sosteniendo un periódico, y que seguramente han cambiado su habitual itinerario para llevar su esqueleto a un metro de nuestras peculiares vecinas, aunque solo sea para echar un vistazo de reojo.

A escasos cincuenta metros, sentados en un banco, hay dos personas que no parecen trigo limpio. De repente uno de ellos se levanta y dirige sus pasos hacia las chicas confirmando mis sospechas. Deben ser los proxenetas. Comienzan a dialogar mientras el otro compañero de trabajo aguarda sentado, debe ser estresante ofrecer servicio de protección a estas damas que les ‘pertenecen’.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Post erasmus. Día 1

Los pitidos que producía el lector de billetes de avión retumbaban en mi cabeza conforme me iba acercando a la puerta de embarque. Fue uno de esos momentos que te abstraes, con la mirada perdida, y haces un repaso mental sobre lo que has vivido. Algo único, sobre todo por la gente que dejaba atrás, en un año que difícilmente pueda superar en cuanto a calidad de vida y experiencias enriquecedoras.

El avión sobrevolaba la meseta, ya estoy en casa, me decía, cuando estábamos a punto de aterrizar. Todo transcurrió sin muchos sobresaltos salvo una maniobra ciertamente brusca de aterrizaje que me hizo repasar nuevamente todo lo que había vivido, pero esta vez, a lo largo de toda mi vida.

Novedades, algunas. Me sorprendió ver como en la calle de mi domicilio familiar se han instalado unas ‘señoritas’ muy ligeras de ropa, justo enfrente de las obras de la nueva estación de ferrocarril, un edificio moderno y a la vez mediocre -muy en sintonía con el resto de la ciudad-. Al parecer estas mujeres, en su mayoría politoxicómanas venidas del Este, han elegido este ‘bonito’ enclave para ejercer su profesión durante mi año de ausencia. ‘Se debería legalizar esta profesión y que se marchen ya de aquí, a un club de esos’ espetaba madre mientras introducía el coche en el garaje.