viernes, 6 de agosto de 2010

Mi nueva calle

Al asomarme por la ventana del salón de mi casa veo como avanzan las obras de remodelación de la calle y de la estación del AVE. Es asombroso ver como en tan poco tiempo cambia por completo la fisonomía del entorno de mi domicilio. Ahora vivo en un ‘boulevard’.

También es sorprendente ver como de la noche a la mañana, la calle de mi infancia se llena de prostitutas. Seguramente los técnicos del ayuntamiento no contaban con que junto al nuevo mobiliario urbano iban a ser instaladas unas chicas practicando sexo por dinero; ahí las tenemos, ofreciendo un servicio al ciudadano al igual que las farolas dan luz y los bancos, descanso.

En esta calle con nombre de poeta hay bastante movimiento. Veo muchos señores de avanzada edad realizando su paseo matinal, manos atrás, sosteniendo un periódico, y que seguramente han cambiado su habitual itinerario para llevar su esqueleto a un metro de nuestras peculiares vecinas, aunque solo sea para echar un vistazo de reojo.

A escasos cincuenta metros, sentados en un banco, hay dos personas que no parecen trigo limpio. De repente uno de ellos se levanta y dirige sus pasos hacia las chicas confirmando mis sospechas. Deben ser los proxenetas. Comienzan a dialogar mientras el otro compañero de trabajo aguarda sentado, debe ser estresante ofrecer servicio de protección a estas damas que les ‘pertenecen’.

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